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jueves, 28 de julio de 2016

Memoria y responsabilidad

Infosureste / www.infosurestedigital.es -
Adolfo Padrón Berriel *
Por razones que no vienen al caso -dejémoslo en “pereza”-, desde el pasado mes de agosto (en breve, un año), no me siento a escribir con la idea de probar suerte con la prensa. Aquel último artículo  “Presupuestos, elecciones y confluencia”, pretendía analizar -con permiso de los eruditos en la materia- el escenario en que nos colocaba la  truculenta previsión presupuestaria del ejecutivo “marianista” y la incomprensible tibieza con la que reaccionó la oposición parlamentaria de aquellos días.  Explicaba entonces que el equipo saliente (es un decir) colaba una propuesta tan irreal y tramposa como paralizante para un eventual gobierno “alternativo” que pudiera resultar de los inmediatos comicios (20-D, 26-J , y ¿quién sabe?). 

Casi un año después, con una legislatura fallida de por medio, las cosas no han cambiado demasiado. En lo económico, nos siguen esperando -con bates de béisbol en las manos-  a que demos por cerrado el teatrillo y proclamemos que hay gobierno -preferiblemente, “su” gobierno-. En lo social, un país que vive en estado de esquizofrenia entre la realidad que sufren millones de ciudadanos y “los mundos de Yupi” que pretenden vendernos y que aún hoy, y a juzgar por los últimos resultados electorales, demasiados compran. En lo mediático, explotando la veta de un pueblo impresionable y conducible por la senda del miedo; un pueblo entregado a creer lo que se le dice, porque así se lo enseñaron y  “lo dice la tele”.  En lo político, el espectáculo -por encima del contenido- y la táctica, que es mucho lo que está en juego -para los propios partidos-. Entre tanto tacticismo, mientras unos actores se afanan en no perder el espacio concedido en el tablero y otros se centran en el cómo arrebatárselo, unos terceros resoplan con alivio contemplando que robar no sólo sale gratis, sino que les es retribuido.  

La nueva política no termina de conseguir diferenciarse de aquella que denuncia. Demasiada energía invertida en defenderse, en parecer “aceptables”; y poca en explicarse. 

¿Y ahora qué?:  Desde muchas líneas editoriales, desde no menos púlpitos tertulianos y por supuesto, desde el propio partido “vencedor”, se intentan imponer tesis como dogmas. Tesis discutibles, pero que extrañamente poco se discuten. La primera de ellas tiene como objetivo traducir el resultado de estas últimas elecciones como un mensaje inequívoco del pueblo español de ratificación del PP y sus políticas. La segunda, ligada a la primera, pretende convencernos de que no existe otro escenario posible que el que permita a ese partido volver a formar gobierno y la tercera, la que plantea que lo único que cuenta -lo demás son monsergas-, es que ese gobierno se constituya cuanto antes -poco importa volver a poner al zorro a cuidar de las gallinas-. Hay que decir que esta doctrina se adereza, hábilmente, con toda una suerte de andanada  discursiva destinada a asegurar que el PSOE -preso de su propia debacle interna- no se salga del guión otorgado;  que, ni por asomo, se le ocurra aventurarse explorando las posibilidades que ofrecen otras opciones (asociarse a un exitosamente demonizado Podemos, que además ofreció las mejores excusas a la vieja guardia “psocialista” para vetarlo, tras la “cal viva” que mentara un Pablo Iglesias, ayer inflado, hoy lamentado y más solícito).

Estos mantras se repiten y se repiten hasta la saciedad pues, como bien se aplica en las “radio-fórmulas”, cuando escuchamos el mismo tema muchas veces, no sólo aprendemos sin darnos cuenta la música y hasta la letra, sino que nos termina pareciendo el mejor tema del “mundo mundial”.  

Sin ir más lejos, al cierre de la sesión “inaugural” de la XII legislatura, el presidente en funciones -que parece empezar a ver la cosa más hecha, después del detallito de algunos diputados “nacionalistas”- repetía enérgicamente todas esas consignas, sin saltarse ninguna. Sin embargo, ninguno de esos dogmas se mantiene: el primero, porque en todo caso, lo que dicen los votos es que sigue siendo responsabilidad de los partidos políticos buscar el desatasco  y la aritmética se empecina en mostrarles que es posible. El segundo, porque en una democracia parlamentaria es indudablemente legítimo articular alianzas que permitan desplazar al partido más votado (que le pregunten si no a CC, que ha conseguido gobernar en este archipiélago durante más de 20 años sin suficientes apoyos electorales directos). El tercero, porque resulta inadmisible  priorizar el hecho de formar gobierno por encima del principio de “para qué es necesario” o peor aún, a sabiendas de que con el concurso de ese gobierno las cosas van a empeorar (al menos para una inmensa mayoría que aún puede ver más precarizado su empleo, disminuidos sus salarios  y reducidos sus derechos básicos).  

“Es una locura realizar la misma cosa, una y otra vez, esperando resultados diferentes”, decía Einstein y no hace falta ser un genio para darle la razón. Permitir que el Partido Popular, cuya estructura está siendo señalada  como entramado destinado al saqueo del país; cuya gestión, para más “INRI”, nos ha situado con una deuda superior a nuestro PIB; que además se compromete  ante la Troika a seguir aplicando medidas que subyuguen a los ya depauperados ciudadanos; resulta un ejercicio de amnesia selectiva con el que ocultar la propia irresponsabilidad. 

Retirarse a los cuarteles de invierno a lamerse las heridas no es opción; más bien es un gesto de cobardía. Existen posibilidades. Lo saben los actores. Lo que se echa en falta es la voluntad política necesaria para articular la alternativa que la aritmética aún propone. 

“Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir”.
José Saramago
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