Este lunes, el gobierno socialista de Alemania sorprendió a muchos de sus colegas socialistas europeos con un anuncio inesperado. Nancy Faeser, ministra del Interior y miembro del Partido Socialdemócrata (SPD), declaró que se implementarán controles en todas las fronteras terrestres del país a partir de la próxima semana.
Esta medida tiene como objetivo frenar la inmigración ilegal, el terrorismo islamista y el crimen transfronterizo.
Este anuncio pone en cuestión el principio del espacio Schengen, el área de libre circulación que abarca a 29 países europeos. Además, desafía varias posturas ideológicas tradicionales de la izquierda, como la crítica a la protección de fronteras y la oposición a la vinculación entre inmigración ilegal y delincuencia. Curiosamente, el mismo sector político que antes tildaba de «xenófobos» a quienes defendían tales medidas, ahora se ve obligado a aplicarlas, debido a la creciente ola de violencia asociada a la inmigración masiva en Alemania.
Sin embargo, los controles fronterizos no resolverán el problema en su totalidad, ya que gran parte de los desafíos están dentro del propio país, tras años de una política migratoria permisiva impulsada por Angela Merkel (CDU) y apoyada por la izquierda. La situación ha alcanzado tal magnitud que vigilar las fronteras no será suficiente. Es interesante observar este cambio de enfoque en el discurso de los socialistas alemanes, quienes ahora también presumen de haber deportado a más de 30.000 personas desde octubre de 2023.
Este giro en la política migratoria del SPD invita a preguntarse si han reconocido finalmente los errores de años anteriores, después de criticar a quienes proponían limitar la inmigración ante la incapacidad de Alemania para integrar a un número tan elevado de extranjeros, especialmente de países musulmanes. ¿Qué ha motivado este cambio de postura? La respuesta parece sencilla: se avecinan elecciones federales en Alemania y los recientes resultados desfavorables del SPD en elecciones regionales han generado preocupación en el partido.
Ahora queda la duda de si, una vez pasadas las elecciones, el SPD retomará su discurso anterior, o si este cambio es simplemente una estrategia electoral. Es incierto si el partido volverá a demonizar a quienes piden políticas migratorias más estrictas para garantizar la seguridad en Alemania, o si permitirá nuevamente que su política migratoria sea un punto vulnerable para la delincuencia. Este es el dilema que enfrentarán los votantes al decidir si confiar de nuevo en el SPD.
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