Antes de intervenir en un foro sobre la gestión de los discursos racistas y la desinformación desde las administraciones locales, en la sesión de clausura de MigrAdmi, el segundo encuentro estatal sobre planificación en gestión de las migraciones, diversidad cultural y convivencia social desde las administraciones públicas, Araguás ha recalcado que «el dato no mata al relato».
Es decir, que una argumentación jurídica, técnica o estadística no puede competir con el miedo de la gente, de ahí la dificultad que entraña contrarrestar el impacto de este tipo de bulos, que también inundan la esfera política mundial: lo único que cambia es la nacionalidad a discriminar con ellos, porque «cuando tenemos miedo no pensamos, lo que queremos son soluciones que nos quiten la angustia vital».
Por eso, los principales bulos vinculados con el racismo que se reproducen hoy en día en redes sociales «son los mismos en todos los sitios, no responden a una realidad local» y el problema reside en que «el dato no funciona contra una creencia».
Así ha quedado de manifiesto, ha explicado en las campañas electorales «clónicas» desarrolladas por Trump, Orban, Miley o Bolsonaro, quienes han apelado al inmigrante, que es el diferente, porque consume, hace la competencia y tiene una identidad diferente, y son siempre los mismos esquemas de pensamiento.
Araguás se ha referido a la huella que estos bulos dejan en ámbitos como el de la cultura o el deporte, pero también entre la población en general, donde se está produciendo el mayor cambio social».
«Aumentan las agresiones en espacios vecinales, los conflictos en espacios públicos y hasta la discriminación en el acceso a la vivienda a través de inmobiliarias», ha aspotillado.
A juicio de SOS Racismo, «más allá de la implicación política, tenemos que empezar a dejar de hablar de inmigración y hablar de racialización porque hay un porcentaje de personas nacionales que no son blancas», hacia las que también se dirigen estos mensajes de odio.
Araguás ha recalcado que el «incendio social» que crean los discursos de odio en todo el mundo también está llegando a entornos como el educativo, donde conviven con el sexismo, por lo que ha resaltado la necesidad de atajar estas conductas desde edades tempranas.
«Echar la culpa a cierta población racializada es fácil, la extrema derecha lo está aprovechando» porque este colectivo «no vota, no tiene capacidad de defensa, de ahí que se les culpe de todos los males de la sociedad de una forma no argumentada, no científica y que apela a los sentimientos», ha aseverado. EFE
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